Alain Decaux escribió: «La sra. de Rambaud era oficialmente responsable del cuidado del Delfín de Francia, del día de su nacimiento hasta 1792, es decir durante siete años. Durante estos siete años, no lo dejó, lo meció, se ocupó de él, lo vistió, lo confortó, lo entronizó. Diez veces, cien veces más que María Antonieta, fue para él, una verdadera madre».[5] Su amiga, Luisa Isabel, marquesa de Tourzel, fue la última aya de los niños reales del rey Luis XVI de Francia y de su esposa María Antonieta.
Litografía de Luis XVII con atuendo de consagración, completamente ficticio, pues el rey niño jamás salió de la prisión del Temple y por lo tanto nunca pudo ser inmortalizado así, con todos los honores que le correspondían a un soberano francés.
El Ejército Católico y Real (formado por vandeanos) y los chuanes (ambos grupos contrarrevolucionarios del noroeste de Francia) luchó en nombre del que consideraba su rey, sosteniendo las guerras revolucionarias francesas; en sus estandartes portaban la inscripción «Vive Louis XVII» (Viva Luis XVII).[Nota 4] En algunas batallas el niño fue proclamado rey, como en Machecoul[9] o Tolón.[10]
En el proceso que se inició contra la reina María Antonieta el 14 de agosto de 1793, el fiscal Tinville hizo declarar al Delfín contra su madre. Delante del tribunal, el niño acusó a su madre y a su tía de haberle incitado a la masturbación y haberle obligado a ciertos juegos sexuales. Indignada, María Antonieta, pidió a las mujeres del público que la defendieran. El motín fue evitado por poco.
Después de que su madre fuera guillotinada en octubre de 1793, los revolucionarios lo mantuvieron en prisión en condiciones infrahumanas, custodiado por el zapateroAntoine Simon.
El ex-delfín fue beneficiado con un intento de educación republicana por parte de Antoine Simon. Siempre según fuentes monárquicas, como Jacques Mallet du Pan,[11] parece ser que entre palizas y torturas, Simon lo forzaba a beber grandes cantidades de alcohol y le obligaba a cantar La Marsellesa portando un bonete de sans-culotte. Era amenazado repetidas veces con la guillotina, lo que le causaba desmayos.[4][12][13] Le dijeron que sus padres aún vivían, pero que ya no lo amaban. Después de la partida de Simon, fue aislado en una celda secreta durante seis meses sin contacto humano alguno y con malas condiciones higiénicas.[4]
Durante la autopsia se observó que su cadáver estaba consumido por tumores y sarna y que había sufrido una total desnutrición, manifestada en una extrema delgadez.
El cuerpo fue inhumado en una fosa del cementerio de Santa Margarita de París, sin indicativo alguno de que allí reposaba, salvo una gran "D" de Delfín pintada en el ataúd.
Al enterarse de su muerte, su tío, el conde de Provenza, adoptó el título real como Luis XVIII, respetando el ordinal dinástico, pero no llegaría a reinar hasta 1814.[4]
Philipe-Jean Pelletan fue el encargado de realizarle la autopsia al cuerpo de Luis XVII. Le extirpó el corazón y lo conservó dentro de un frasco en su domicilio. Pelletan intentó entregar el órgano sucesivamente a Luis XVIII y Carlos X pero estos no creyeron en su autenticidad. El corazón pasó por muy diversas manos, hasta que en 1975 se depositó dentro de una urna de cristal en una capilla de la basílica de Saint-Denis, la necrópolis real francesa.[4]
Los profesores Ernst Brinkmann (Universidad de Münster) y Jean Jacques Cassiman (Universidad de Lovaina) lograron determinar, gracias al ADN mitocondrial y a unas muestras de cabello de María Antonieta y de sus hermanas, que el corazón perteneció a Luis XVII y que, por lo tanto, había muerto prisionero en el Temple.
Ya realizadas las pruebas genéticas descritas, el 8 de junio de 2004 se celebró un funeral en honor del pequeño Luis XVII, en el que se colocó la urna en un mausoleo construido para tal fin, emplazado en la cripta real del templo.
Leyendas
Al informarse de la muerte del delfín, Luis Carlos, rápidamente, corrió el rumor de que había logrado huir de la prisión del Temple, incentivado éste por las misteriosas circunstancias de su fallecimiento. Esto hizo que a lo largo del siglo XIX apareciera una considerable serie de falsos Delfines, el más célebre de ellos fue Karl Wilhelm Naundorff, cuyos descendientes inclusive llegaron a portar el apellido de Borbón.
Un caso particular de falso Delfín fue Pierre Benoît, el único de todos los supuestos Delfines que nunca dijo serlo. Era un ingeniero francés instalado en Argentina, que poseía unos conocimientos y educación no comunes entre la gente de su rango social de la época. Por ello se expidieron diversos rumores sobre él, entre ellos el de que era el Delfín, que había conseguido escapar del Temple y había sido educado por unos pescadores de Calais, donde habría asumido la identidad de Pierre Benoît. Después habría huido a Buenos Aires, donde habría formado su familia. Murió en extrañas circunstancias, muy probablemente envenenado por un médico francés. Entre otras curiosidades, llevaba siempre una trenza rubia guardada, supuestamente la de María Antonieta. Si bien era considerado pintor, solo pintó tres retratos, de tres personajes que guardan un gran parecido con María Antonieta, María Teresa y Madame Isabel, madre, hermana y tía del Delfín. También se encontró un dibujo suyo con las letras L.C.R.F.P.B. entrelazadas de estilo barroco, las cuales fueron interpretadas por su nieto como Luis Carlos. Rey de Francia. Pierre Benoît.[14]
Órdenes de caballería
Desde Enrique III (1574-1589) y hasta Carlos X (1824-1830), los títulos de Gran Maestre de las órdenes de San Miguel, el Espíritu Santo y San Luis son inherentes al monarca francés. Aunque estas órdenes fueron unidas oficialmente bajo la Condecoración militar (1791), como Luis XVII fue reconocido rey por una considerable parte de la población y por varias potencias extranjeras,[15] y para los integrantes de estas órdenes tanto la Primera República como el Primer Imperio eran inexistentes, se le atribuye a Luis XVII la jefatura de estas órdenes de iure, al igual que a su muerte se le atribuye a su tío Luis XVIII, en el exilio.[16]
1. Siendo el segundo hijo del rey de Francia, recibió un título de infantazgo, en este caso el de duque de Normandía, llevado por última vez por Carlos de Francia.
2. Título de cortesía reconocido por los monárquicos leales a la familia real y por los países que no reconocían la Primera República.
3. Aunque nunca reinó (siendo Francia ya una república), fue reconocido como rey por los monárquicos fieles a la familia real, y por los países que no reconocían la república en Francia. Su tío, el conde de Provenza (pretendiente), se proclamó regente en nombre de su sobrino, que estaba encarcelado en la torre del Temple.