Gótico flamenco
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Gótico flamenco o gótico de los Países Bajos son denominaciones historiográficas[1] para referirse a las producciones artísticas del periodo correspondiente al arte gótico (de finales del siglo XII a comienzos del siglo XVI) en el espacio denominado tradicional pero equívocamente "Flandes":[2] no la actual región flamenca ni el antiguo condado de Flandes, sino lo que también se conocía como "Países Bajos" y que conformaba la parte norte del antiguo Estado borgoñón (el noreste de la actual Francia y las actuales Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo).[3] Al igual que en lo político, en lo artístico y cultural se desarrolló de forma intermedia entre el Gótico francés y el Gótico alemán o centroeuropeo; y como ambos, se prolonga más allá del final de la Edad Media (especialmente brillante en la zona -Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media-, Gótico flamígero, Gótico internacional), enlazando con el Renacimiento nórdico del siglo XVI. Tuvo una particular relación con el Gótico español (Hispano flamenco), lo que se explica por la particular relación comercial que Flandes (desarrollada urbana y artesanalmente en el sector textil) tenía con Castilla (productora de lana -como Inglaterra-), y que también determinó las alianzas matrimoniales que terminaron por establecer la monarquía de los Habsburgo. La relación que se estableció entre las ciudades flamencas y las del otro gran núcleo urbano y artesanal de Europa (Italia) se manifestó también en fructíferos intercambios artísticos entre el Gótico flamenco y el Gótico y Renacimiento italiano (Trecento y Quattrocento).
La arquitectura gótica en la zona se diversifica en diversos "góticos" locales: Gótico brabanzón o de Brabante, Gótico del Demer -Demergotik-,[8] Gótico de la Campine -Kempense gotiek-,[9] Gótico del Mosa -Maasgotiek-,[10] Gótico tournasino o Gótico del Escalda.[11] Es característico de todo el ámbito flamenco el gran desarrollo de la arquitectura civil con los palacios municipales (en francés Hôtel de Maître y en neerlandés Stadspaleis) construidos entre los siglos XIV y XVI (hasta el de de Amberes, 1561-1565, cuyo estilo se considera manierista). Especialmente en Brujas se utilizó el ladrillo como material de construcción (aunque diferente estilísticamente al Gótico de ladrillo hanseático o báltico).
En los siglos XV y XVI, la fama de los llamados "retablos de Amberes"[18] se extendía por toda Europa. El auge comercial de la ciudad de Amberes se había producido especialmente a partir de la decadencia de la ciudad de Brujas, y sufrió un terrible golpe con el saco de Amberes de 1576.
A mediados del siglo XIV Jean Bondol (Juan o Hennequin de Brujas) fue el primer pintor destacado de la escuela de Brujas, del que se conservan ilustraciones en manuscritos y los tapices que se realizaron a partir de sus cartones. Un gran número de maestros flamencos fueron contratados por la corte de Borgoña y la de los reyes de Francia, así como las numerosas cortes principescas a lo largo de ese reino (Melchior Broederlam, André Beauneveu, Jean Malouel y sus sobrinos, los hermanos Limbourg, Jean de Beaumetz, Henri Bellechose, Barthélemy d'Eyck -a quien se ha propuesto identificar con maestros anónimos denominados "del cœur d'amour épris", "del Rey René" y "de la Anunciación de Aix"-, la familia d'Ypres o Simon Marmion[28]). Muy significativa fue la presencia de artistas flamenco-borgoñones en la corte papal que generó en la región de Provenza una "escuela de Aviñón".
En cambio, la producción local conservada de pintura sobre tabla de finales del siglo XIV y las primeras décadas del XV es muy escasa en Flandes, apenas una docena de ejemplos.[29] En la primera mitad del XV se desarrolla una innovación decisiva, la pintura al óleo, que permitió un detallismo extremo y la posibilidad de multiplicar los retoques y veladuras; en el proceso destacaron los hermanos Van Eyck, fueran o no los "inventores" de la técnica.[30]
A mediados del siglo XV los tapices flamencos[43] estaban entre las obras de arte más apreciadas y valiosas de Europa. La producción comercial se había incrementado desde comienzos del siglo en el norte de Francia y en los Países Bajos, especialmente en las ciudades de Arrás, Brujas y Tournai. Había talleres activos en las principales ciudades flamencas y en la mayor parte de las poblaciones de alguna importancia, incluso en pequeños pueblos.[44] Tal era la fama de sus artesanos que en 1517, el papa Julio II confió los cartones de Rafael a los de Bruselas.[45][46] Se utilizaban como regalos diplomáticos, especialmente los de gran formato. Felipe el Bueno regaló varios a los participantes en el Congreso de Arrás[47] de 1435,[48] donde las paredes estaban forradas completamente (tout autour) con tapicerías que representaban La batalla y caída de Lieja.[49] En la boda de Carlos el Temerario con Margarita de York, en habitación "colgaban draperies de lana en blanco y azul, y en los lados estaban tapizadas con una rica tapicería con la historia de Jasón y el Vellocino de Oro". Algunas habitaciones recibían el nombre de sus tapices, como la cámara que Felipe el Temerario nombró por un conjunto de tapices blancos con escenas del Roman de la Rose.[49] En los dos siglos de esplendor de Borgoña, los maestros tapiceros produjeron "innumerables series de pesadas colgaduras con hilos de oro y plata, como nunca había visto el mundo".[50] Su portabilidad les confería un gran valor de uso, adecuándose a todo tipo de ceremonias civiles o religiosas.[51] En los inventarios se recogían en lugar destacado, clasificándolos de acuerdo con su material y colores. Los blancos y dorados se consideraban los de mayor calidad. Carlos V de Francia tenía 57 tapices, de los que 16 eran blancos; el duque Jean de Berry 19, y sustanciales colecciones poseían también María de Borgoña Isabel de Valois, Isabel de Baviera y Felipe el Bueno.[52]
La producción comenzaba con el dibujo de los cartones, que se ejecutaban en papel o pergamino por pintores cualificados y posteriormente se enviaban a los tapiceros, que podían estar a gran distancia. Los cartones podían ser reutilizados numerosas veces, y muy a menudo se usaban durante decenios y por distintos talleres; pero dada la fragilidad de su material, muy pocos se han conservado.[44][53]
Los talleres de tapicería no estaban controlados por gremios. Dependían de una mano de obra emigrante, y su actividad comercial se realizaba por empresarios que frecuentemente eran pintores. El empresario localizaba a los comitentes, proporcionaba el cartón y las materias primas (lana, seda, oro, plata), que en su mayoría eran importadas.[54] Empresario y comitente negociaban el tema y el diseño, y ejercían una minuciosa vigilancia de cada uno de los pasos de la ejecución; en 1400 Isabel de Baviera rechazó un juego completo a Colart de Laon[55][44] tras haber aprobado los dibujos, con el consiguiente enfado de éste.[53]
Dado que estaban principalmente diseñados por pintores, las convenciones formales de los tapices coinciden con las de la pintura sobre tabla, especialmente en el siglo XVI. La influencia se nota en ambos sentidos: Harbison describe los intrincados detalles de El Jardín de las Delicias "en su preciso simbolismo... [como] un tapiz medieval".[56]
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